null Premios de la Crítica y de las Letras de Asturias
17 de enero de 2020

Empiezo con una petición: reconozcan ustedes que me lo han puesto difícil. En esta obra colectiva me han reservado el epílogo, tarea nada sencilla después de haberles escuchado. Con sus sucesivas intervenciones han fijado un nivel –un nivel alto, quede claro- y ahora a mí me toca mantenerlo en el cierre. Lo intentaré, pero sean indulgentes.

Poco les puedo decir de literatura. Yo, que en este acto sólo puedo presumir de afición lectora, una intensa afición, me aprovecho de ustedes, de su creación. Ya saben, además, que un autor deja de ser dueño de su obra en cuanto la suelta de sus manos. A partir de ese instante, quienes les leemos hacemos con ella de todo, y no todo bueno: la sobamos, la elogiamos, la criticamos, la olvidamos, la malinterpretamos, entendemos justo lo contrario de lo que intentaron decir; a veces, ni siquiera recordamos quién ha sido el padre o la madre de la criatura que tanto manipulamos.

Pero no estoy aquí por mi condición lectora. Estoy porque he sido invitado como presidente del Principado, lo cual agradezco con sinceridad. Lo agradezco porque me permite visitar lugares que no se frecuentan en el debate público. Las reflexiones sobre nuestra comunidad se suelen distribuir enlatadas con el rótulo “Asturias o sus problemas” y acostumbran a tomar la misma derrota: la economía, las comunicaciones, la demografía. Como si, hechos a la industria pesada, no pudiéramos hacer otra cosa que una reflexión pesada, mineral y metálica,  sobre Asturias.

No digo que la literatura –ni el arte, en general- sean una cosa ligera; digo que ustedes y sus obras también forman parte del ser de Asturias, de nuestra identidad, pese a la hegemonía discursiva del complejo político-fabril. Existe una Asturias literaria, musical, artística, innovadora y creadora  mucho menos conocida de lo que debiera y que no está incorporada a nuestra visión del Principado. Es una amputación injusta que nos empobrece: la marca Asturias debe ampliarse para incorporar el valor y prestigio de nuestra cultura.  Hace pocas semanas aproveché el mensaje de fin de año para poner el foco sobre el Museo de Bellas Artes –aquí mismo, en Oviedo, tan cerca -, porque alberga una riqueza artística extraordinaria. Consideré adecuado reivindicarlo, exhibirlo porque soy consciente de que no alcanza el reconocimiento que merece.

Pensémoslo. ¿Por qué no vamos a incluir la cultura y la creación entre las potencias del Principado? La cultura también puede ser, ha de ser, un activo a favor del desarrollo de Asturias, ha de contribuir a nuestro crecimiento.  Aunque sólo fuera por abrir espacio, por ensanchar el diámetro de la lente con la que nos vemos, la apuesta tiene sentido.

Voy con otra reflexión. En este acto se premian textos en castellano y asturiano. Sobre la riqueza expresiva de este último, sobre las posibilidades que ofrece como sustancia y herramienta literaria tampoco cabe añadir gran cosa: están demostradas por completo. No creo que, como protestaba Larra respecto a Madrid, escribir en el Principado sea llorar, pero sí soy consciente de que escribir en asturiano no es precisamente un atajo para vivir de la literatura. Conviene anotarlo porque quien escribe en asturiano no aspira cabalmente a enriquecerse.

Por lo demás, cada vez que leo literatura en asturiano llego al mismo convencimiento: estamos obligados a evitar la desaparición de nuestra lengua. Hay quienes dicen que no la entienden, que no logran comprenderla, que les resulta un idioma extraño, si no un artificio. Yo, lo que no entiendo es que sean indiferentes al riesgo de su olvido, al peligro de que Asturias deje morir semejante patrimonio cultural, como tantas veces insiste nuestra Consejera de Cultura, la también escritora Berta Piñán.

Soy consciente de que ha habido varias intervenciones y que he de abreviar. Me gustaría, no obstante, recordar a las personas premiadas y sumarme al reconocimiento. A Adolfo Casaprima, Lurdes Álvarez, Carlos Álvarez Iglesias, Tino Pertierra y Marcelo Matas de Álvaro, muchas gracias por enriquecer nuestra cultura con sus narraciones, sus poemas y sus columnas. Gracias, de corazón, por permitirnos disfrutar leyendo.

Me queda Pedro de Silva, premio de las Letras de Asturias 2019. Entiendan que le dedique una mención especial. Estamos ante uno de esos casos en los que no tiene sentido preguntarse qué hemisferio cerebral predomina, si el del escritor o el del político, si es que circulan por vías neuronales diferentes. Ese tipo de dicotomías, las que obligan a elegir entre una u otra vocación como opciones excluyentes resultan poco productivas. En realidad, no aportan nada. Personalmente, por razones obvias, me interesó antes el político que el escritor, pero a estas alturas soy incapaz de disociarlos. Imaginémonos qué provocaríamos si intentáramos escindirlos: un destrozo.

Cuando decidieron concederle el Premio de las Letras de Asturias 2019 adujeron “su extensa y reconocida trayectoria literaria”. Al tiempo, destacaron su capacidad para cultivar “todos los géneros”, desde la novela a la poesía al ensayo, el teatro o el articulismo. Sospecho que esa diversidad responde al mandato de una tríada de inquietud, curiosidad y atrevimiento. Creo, y lo celebro, que nuestro premiado disfruta saltando las cercas, adentrándose aquí y allá, saliéndose por libre de las rutas habituales, un poco en  modo trasgu. 

Pero ya dije que yo no estaba aquí para meterme en juicios literarios. No me arriesgo a afirmar que La moral del comedor de pipas puede con Dona y Deva o si Miseria de la novedad está más cuidado que Las fuerzas del cambio. Para eso están ustedes, quienes han decidido distinguirle. Yo sí aseguro que la Asturias de hoy, la de 2020, es inconcebible sin Pedro de Silva, sin su acción política ni  –déjenme enfatizarlo- sin su pensamiento decantado literariamente.

Habrán escuchado muy a menudo que Asturias está sobrediagnosticada, que sobran radiografías sobre nuestra osamenta económica y laboral, pruebas y contrastes sobre el funcionamiento de nuestras vísceras. Comparto esa opinión. Pero una cosa es describir la realidad, incluso proponer recetarios de ocasión, y otra pensar Asturias. Pensar, no solo opinar, requiere esfuerzo y capacidad. A quien han premiado ustedes es una de las personas que mejor ha pensado nuestra comunidad autónoma. Si me apuran, lo ha hecho siempre con un punto de sentimiento patriótico muy bien entendido. Y su visión del Principado quedaba claramente recogida ya en  Asturias, realidad y proyecto.

Ese trabajo de pensamiento, ese engranaje de ideas y palabras sobre Asturias, ya justificaría, a mi juicio, la concesión del premio. En fin, no quiero resultar demasiado laudatorio. Concluyo animándoles a continuar escribiendo, a seguir mejorando nuestro patrimonio cultural. Y a Pedro de Silva me atrevo a pedirle que continúe pensando Asturias, pues nos hace bien al conjunto de asturianos y asturianas, y también a este presidente.