null “Por primera vez en muchas décadas, Asturias ha pasado de la resistencia al liderazgo”, afirma el jefe del Ejecutivo
  • El presidente asegura en Madrid que la comunidad ha conseguido colocarse “a la vanguardia de la economía verde” y concentra proyectos multimillonarios que exploran nuevos campos de actividad
  • El jefe del Ejecutivo considera que “en la legislatura más complicada de la historia” el Principado ha encontrado el camino hacia otro modelo de crecimiento “pujante, innovador y con garantías de futuro”
16 de marzo de 2023

El presidente del Principado ha valorado hoy en Madrid la situación actual del Principado, “que en la legislatura más complicada de la historia ha logrado pillar la buena ola, la que llevará a otro modelo económico, pujante, innovador y con garantías de futuro”. “Por primera vez en muchas décadas, Asturias ha pasado de la resistencia al liderazgo”, ha asegurado.

Adrián Barbón ha intervenido en el evento Asturias, rumbo norte para la revolución verde, organizado por el Grupo Prensa Ibérica, El Periódico de España y La Nueva España, en el que ha repasado los principales hitos de la legislatura, marcada por la pandemia, la transición energética y digital o la invasión rusa de Ucrania. Respecto a la transformación del modelo económico, el jefe del Ejecutivo ha recordado que su gabinete apostó siempre por una transición “justa, pautada y pactada” que abriría “un amplio ventanal de oportunidades”. “Echamos el resto para encarrilar Asturias hacia la revolución verde”, ha indicado.

A lo largo de su discurso, ha detallado las tres vías que empujarán la comunidad hacia esa revolución verde: la reforma de la Administración, la nueva realidad industrial y la apuesta por la ciencia, la innovación y el talento.

“Abramos los ojos de una vez a lo que está ocurriendo. Asturias ha conseguido colocarse a la vanguardia de la economía verde. Concentra proyectos multimillonarios que exploran nuevos campos de actividad”, ha dicho tras citar iniciativas como el plan de descarbonización de Arcelor, los planes de EDP para convertir Aboño en un valle del hidrógeno o la creación del consorcio HyDeal, entre otros.

En el apartado dedicado a la ciencia y la innovación, ha citado el aumento de los centros de I+D de grandes empresas –han pasado de dos a doce-, el incremento de las empresas de base tecnológica, las 500 pymes que desarrollan programas innovadores o el combate contra la brecha digital.

A continuación reproducimos el texto íntegro de su intervención en el acto:

Asturias, rumbo norte para la revolución verde

Acostumbro a iniciar mis discursos con una declaración de agradecimiento. Es una forma de entender la política y la vida misma. Si me ofrecen la oportunidad de utilizar una buena tribuna para hablar bien de Asturias y exponer mis opiniones, me siento obligado a dar las gracias. No soy yo quien les hace un favor al tomar la palabra; son ustedes quienes me lo hacen a mí.

Con ese agradecimiento por delante, recuerdo un día de octubre de 2021. Aquella tarde de otoño tuve el honor de asistir a la presentación en sociedad de El Periódico de España. Para la ocasión había escrito una breve tribuna titulada El periódico que viene de afuera. Con ella quería subrayar que el debate público no puede vertebrarse sólo desde Madrid, constreñido a una perspectiva centralista, sometido al continuo hervor de esa olla podrida que es la política madrileña, con todos sus vapores.  Es mucho más enriquecedor y acorde con nuestro modelo de Estado abrirse a la pluralidad que aportan las comunidades autónomas. Un planteamiento que cuadraba con la fuerte implantación territorial del grupo Prensa Ibérica, representada en Asturias por esa nave capitana que es La Nueva España.

Mi intervención responde a esa voluntad. En la medida de mis posibilidades, intentaré contribuir al debate público y, de paso, barrer para casa. Para que no quepan dudas, estoy aquí para defender los intereses de Asturias.

Y, ahora ya sí, comienzo a explicar por qué hoy voy a ejercer de agitador, de activista de la revolución verde.

Previamente, dedicaré unos instantes a bosquejar el contexto.

Uno no elige los tiempos que le toca vivir y tampoco es capaz de predecir el futuro. Cuando encabecé la candidatura socialista en 2019 aspiraba a edificar la mejor Asturias. Por más que tengo cierta afición a la astronomía, no percibí en los cielos ninguna señal de que en cuatro años se iban a suceder una pandemia, un desplome económico, una escasez de materias primas, una guerra en los confines de Europa y una subida de la inflación desconocida en décadas. Ven que no me paro en detalles para ganar agilidad.

No obstante, me concedo una referencia literaria. En la segunda parte de El Quijote, el ingenioso hidalgo se encuentra con un mono adivino, pero con limitaciones: el animal es capaz de pronosticar el pasado, valga el oxímoron, pero sus capacidades no dan para augurar lo que va a ocurrir. Pues la política y las tertulias y las columnas de opinión, dicho con respeto, están repletas de prodigios similares: gentes que saben muy bien qué sucedió y cómo se debería haber actuado a toro pasado, pero no dan una a la hora de adelantar qué acontecerá en el futuro.

Todo esto viene a cuento de que el gobierno que presido ha gestionado el mandato más difícil de la historia autonómica de Asturias. No exagero. Ni siquiera los turbulentos años de la reconversión son comparables. Ha sido un precipitado de desastres imprevisibles: nadie podía anticipar la epidemia, como nadie adelantó la falta de materias primas ni la invasión rusa.

Uno de los aprendizajes de esta legislatura es la levedad de la memoria: a más graves sucesos, más rápido olvido. Hoy, tal parece que el estado de alarma y el confinamiento fueran episodios remotos, cuando aún sufrimos sus consecuencias. Sin embargo, tengo la obligación de traerlos a la memoria. Entre otras razones, porque este mandato es inexplicable sin tales hechos. Cualquier balance que aspire a un mínimo rigor habrá de tenerlos en cuenta.

Pero si es verdad que estos acontecimientos eran inesperados, también había otros que ya constaban en la agenda. Me refiero, en concreto, a la transición energética y digital.

Bien es cierto que estaban apuntados de otra manera, porque no existían los fondos europeos Next Generation, diseñados para paliar los daños de la pandemia. Otro punto relevante que suele obviarse. Este ingente desembolso de recursos no nació por generación espontánea, fue la respuesta excepcional de la UE a la crisis sanitaria. Lo subrayo por dos motivos: porque fui uno de los presidentes que reclamó esta suerte de plan Marshall y porque ha supuesto un vuelco radical en los planteamientos comunitarios respecto a la Gran Recesión. Donde se había impuesto el austericidio, ahora triunfaba la solidaridad.

Les invito a pensar cuál sería hoy la situación si España –y, por extensión, Asturias- no dispusiera de esta aportación extraordinaria.

A grandes rasgos, éste era el contexto. Y en esas complicadas circunstancias había que decidir en qué objetivos concentrábamos nuestras energías, finitas como cualquier atributo humano. Un buen caudal de ellas tenía que dedicarse a contener: a frenar la pandemia, a compensar sus perjuicios, a ayudar a los sectores más golpeados por las restricciones y el alza de la inflación.

Aquí no había opción. O, si la había, decidimos no barajarla. Para mi gobierno, la protección de la salud pública fue absolutamente prioritaria. Nunca dudamos acerca de esa falsa dicotomía entre salvar vidas y proteger la actividad económica.

En cambio, sí había alternativa en otros asuntos, como la transición ecológica. Podíamos atrincherarnos en la resistencia. Como dicen los inversores en bolsa, a corto plazo era un valor seguro. La práctica unanimidad de los grupos parlamentarios, los sindicatos y el empresariado temían que la descarbonización empujase la industria al abismo. Caída la siderurgia y con las grandes consumidoras de electricidad, todas las demás irían detrás, arrastradas pendiente abajo. Sería un suicidio en masa, como el que se atribuye a los lemmings, esos roedores que, supuestamente, se tiran al mar en manada.

Pero el suicidio de los lemmings es falso, y la hecatombe industrial, también. En el Ejecutivo entendimos que lo realmente autodestructivo sería quedarnos a la defensiva y situar Asturias al margen de un cambio inevitable.

Por descontado, abogábamos por una transición justa, pautada y pactada. Ese triple lema, heredado de la anterior legislatura, siguió presidiendo tanto nuestra estrategia como nuestro posicionamiento público. No obstante, al tiempo, hicimos algo más: prepararnos para la transformación. Se trataba de concienciar a la sociedad –y en particular a las empresas- de que, pese a sus riesgos, la transición ecológica iba a abrir un amplio ventanal de oportunidades. Lo contrario hubiera supuesto retirarnos voluntariamente a la orilla o, más gráficamente, a la cuneta de la modernización económica.

La Consejería de Industria se afanó en ese propósito. De su trabajo resultaron varios documentos y acuerdos infravalorados y que hoy, con mayor perspectiva, adquieren su significado pleno, como la Estrategia de Transición Energética Justa.

En casi todos los relatos nacionales hay gestas de resistencia. En España sobresalen Numancia y Sagunto. En el cómic es famosa la aldea gala que soporta heroicamente el asedio de las legiones de Roma. El problema es que, a falta de poción mágica, sólo quedan las ruinas. La historia económica de España retrata bien qué le ocurre a un país cuando se engancha tarde a una revolución industrial en marcha.

A nosotros, hablo de mi gobierno, no nos interesaba la magia, los escombros ni las demoras. Ese no podía ser el rumbo hacia el futuro. Rechazamos el cortoplacismo, siempre más confortable, y nos pusimos a trabajar para que Asturias se subiera a la mejor ola del cambio. Por muchos esfuerzos que consumiera la crisis sanitaria, no podíamos permitirnos que el tren de la transformación nos volviera a dejar en el andén.
Por supuesto, no sabíamos con exactitud todo lo que iba a ocurrir. No vamos a dárnoslas ahora de augures. Claro que enfrentábamos incertidumbres. Frente a ellas, contábamos con dos grandes certezas:

  • La primera y más evidente, que la metamorfosis era imparable.
  • La segunda, menos obvia, que Asturias reunía las condiciones suficientes para superarla con éxito. La presencia de Arcelor, EDP, Armón, Gondán, TSK, Ence, Asturiana de Zinc, Santa Bárbara y de un largo número de empresas de referencia más no constituía un flanco débil, sino una fortaleza. De ahí, también, la apelación al orgullo de pertenencia y el rechazo a los cofrades del declive, esos penitentes del sadeimasoquismo.

Cuando una sociedad encara un vuelco de semejante relevancia no puede encogerse sobre sí misma, ha de confiar en sus propias fuerzas. Cito a José Andrés, cocinero, premio Princesa de Asturias y que en unos meses recogerá la medalla del Principado: Asturias tiene que creérselo.

A partir de ahí, y en plena pandemia, echamos el resto para encarrilar Asturias hacia la revolución verde.  Con todas las cautelas, con todas las exigencias y, enfatizo, con toda la decisión. Es verdad que caminábamos con red. Sabíamos que muchas empresas estaban preparando sus propios planes de inversión y modernización. Asturias despuntaba como un territorio clave para la producción y consumo del hidrógeno verde (al principio, apenas se sabía de qué se trataba; hoy todos entendemos que nos referimos al combustible del futuro, al nuevo carbón). La orientación de los fondos europeos también alimentaba las expectativas. No obstante, y pese a estas señales favorables, el Gobierno de Asturias tuvo el coraje de izar en solitario la bandera de la nueva economía verde y digital, al menos en el ámbito político. Aún se difundieron, y se difunden, opiniones e informaciones que daban a entender que deberíamos dar marcha atrás y recuperar las centrales térmicas para quemar carbón de importación, cuando no para reabrir los pozos cerrados. El eterno retorno al pasado al que nos condena el discurso de la decadencia.

Perdonen que haga un inciso. Propugnar otro modelo industrial en Asturias no es lo mismo que hacerlo en cualquier otra comunidad española. Busquen el ejemplo que quieran. No darán con ninguna que haya realizado semejante travesía desde la hegemonía de la empresa pública a la situación actual. No es que haya desaparecido la minería del carbón, es que todas las grandes ramas de actividad sufrieron el embate de la reconversión. Si en todas partes los cambios despiertan recelos, en el Principado se multiplican.

A partir de esa reflexión, el Gobierno del Principado fijó el Norte hacia la década del cambio. Alzamos la vista hasta 2033 porque la intensa evolución que estamos ya viviendo no se culminará de un año para otro: exigirá constancia, dedicación y, sobremanera, seguridad de que elegimos el rumbo correcto.

Esta decisión impregna las grandes prioridades del Ejecutivo, desde las medidas ante el desafío demográfico hasta el impulso a la formación profesional o el apoyo a las políticas de igualdad.

Pero como esta conferencia tiene límites y su aguante también, voy a ceñirme a tres vectores, a tres grandes carriles sobre los que estamos empujando Asturias hacia la revolución verde: la reforma de la Administración, la nueva realidad industrial y, como seña principal, la apuesta por la ciencia, la innovación y el talento.

1.    La reforma de la Administración

No les sorprenda que empiece por este vector. En este caso no se trata de un hallazgo ni de una sorpresa. Todas las fuerzas políticas y sociales –al menos, todas las responsables- sabíamos que la Administración autonómica necesitaba una revisión a fondo. Pero una cosa es compartir ese convencimiento y otra atreverse a hacerlo público y asumirlo como una urgencia. En el lenguaje coloquial, coger el toro por los cuernos.

Pues esto fue lo que hizo mi gobierno. Quiero subrayar que el vicepresidente, Juan Cofiño, aceptó tal encomienda en junio de 2020, en plena pandemia. Es de justicia reconocer que hace falta coraje para asumir semejante objetivo en medio de la mayor crisis sanitaria en cien años.

Ahora todo el mundo nos mete prisa. Lo entiendo, para eso está la oposición. Resulta algo sorprendente que nos empujen quienes no demandaban esta reforma, pero así son las cosas. No obstante, lo importante es preservar la orientación estratégica. Cuando nos autoemplazamos a mejorar la Administración buscábamos varios fines:

o    Despachar tareas pospuestas, como la reducción del porcentaje de personal interino a los límites tasados por la Unión Europea. El proceso de estabilización puesto en marcha, que afecta a más de 8.000 personas, está ya encaminado y con el mayor entendimiento sindical posible.

o    Adaptarla a la transición digital. Es un enunciado tan sencillo como complicado de ejecutar. Requiere una triple perspectiva: la inversora (el esfuerzo económico superará los cien millones), la formativa (porque el personal tiene que acomodarse a estas nuevas herramientas) y la de la eficiencia (porque todo ello debe redundar en un mejor servicio a la ciudadanía). Pretendemos convertir la Administración pública en una plataforma de servicios ágil y proactiva.

o    Reducir el burocratismo. Con la reforma, mi gobierno declaró la guerra a la burocracia o, para ser más preciso, al burocratismo. Queremos que los excesos administrativos no empantanen las iniciativas particulares ni empresariales.
o    Para ello hemos aprobado tres leyes capitales: la de Medidas Administrativas Urgentes, la de Calidad Ambiental y la de Empleo Público.

Aunque les parezca mentira, también aquí tropezamos con resistencias; la mayoría, debidas a una mala interpretación, sea voluntaria o inconsciente. Nos reprochan que facilitemos el desarrollo empresarial, como si podar papeleos redundantes equivaliera a otorgar patente de corso a la iniciativa privada para que haga lo que le venga en gana. Olvidan que el burocratismo no perjudica en exclusiva la actividad económica, sino que penaliza con trámites de plomo las iniciativas sociales para favorecer a las personas más vulnerables. Pues tengo que decir la verdad: incomode a quien incomode, la guerra a la burocracia seguirá siendo un eje prioritario de mi gobierno durante la década del cambio.

o    Y, por último, prepararnos para la gestión de los fondos europeos.  Asturias ya ha movilizado más del 64% de los recursos que ha recibido, un porcentaje envidiable para otras comunidades. Un imposible si no nos hubiéramos dotado de una arquitectura institucional específica, con una comisión delegada, una oficina de proyectos europeos y un comité asesor abierto a la participación del empresariado, las cámaras de comercio, los ayuntamientos, los sindicatos y la Universidad.

2.    La nueva realidad industrial

Es el vector que más atención concita. También es el que está ayudando a modificar la percepción social sobre el tránsito a la economía verde y digital.

El parteaguas se llama Arcelor. La presentación del plan de descarbonización de la siderúrgica en 2021 y la reciente autorización de la Unión Europea (UE) a las ayudas previstas –de mano, 460 millones- tienen el valor de la herida de Cristo en el costado. Recordarán que, según los evangelios, Santo Tomás se negó a creer en la resurrección hasta que pudo tocar la llaga con sus propios dedos. Pues en Asturias sucede algo similar: son los anuncios de las mismas empresas las que están demostrando, hasta para los más incrédulos, que la transición ecológica es nuestra puerta de entrada a la revolución verde.

Lo siento por los reacios, pero el listado de pruebas ya resulta avasallador:

  • Los proyectos de EDP para convertir Aboño en un valle del hidrógeno y aprovechar, también, el potencial eólico marino.
  •  La iniciativa del consorcio HyDeal para producir, transportar y consumir hidrógeno, con Arcelor y Fertiberia como empresas tractoras.
  • El plan del Grupo Zima, en alianza con Duro Felguera, para fabricar componentes para los parques offshore (eólica marina).
  • La propuesta conjunta de Exiom e Iberdrola para que Asturias lidere la fabricación de paneles fotovoltaicos desde Langreo.
  • El desbloqueo de la regasificadora de El Musel, cuyas posibilidades se ven reforzadas por la participación de Reganosa.
  • La conversión de la térmica de La Pereda en una central de biomasa, todo un símbolo del nuevo porvenir de Hunosa.

Esta enumeración completa sería pesada y tediosa como una vieja guía de teléfonos. Sumen los planes inversores de Ence, los contratos de Santa Bárbara, el liderazgo internacional –y digo bien, internacional- de los astilleros Gondán y Armón o los once proyectos captados por la Estrategia de Atracción de Inversiones, que movilizan 200 millones y crearán más de 700 empleos, la mayoría de alta cualificación.

Añadan que la rehabilitación energética de edificios puede generar unos 4.000 empleos que el PERTE de descarbonización, alentado en mi despacho en una reunión con la vicepresidenta Nadia Calviño, prevé un desembolso público de 3.100 millones que va a calar hasta las pequeñas y medianas empresas.

Y, a todo esto, encadenen los 262,8 millones correspondientes a los fondos de transición justa, con un potencial que permitirá apalancar inversiones por al menos 650 millones, apoyar unas 1.500 empresas y generar o mantener 2.400 puestos de trabajo.

Mi intención, en todo caso, no es abrumarles con un recitado de nombres y números. Es exponerles la realidad económica de Asturias. Quienes tengan la extraña costumbre de seguir mis intervenciones encontrarán ideas que se repiten, formuladas con unas u otras palabras, durante todo el mandato. Y es que cuesta horrores, se lo confieso, desterrar los tópicos.

Abramos los ojos de una vez a lo que está ocurriendo. Asturias se ha conseguido colocar a la vanguardia de la economía verde. Concentra proyectos multimillonarios que exploran nuevos campos de actividad.

El Principado está viviendo un renacimiento industrial, ahora verde, digital y sostenible. Como refrendo, un dato: la industria aportó al PIB en 2021 –último ejercicio con cifras oficiales- el 21,1%, casi seis puntos más que la media nacional. Somos la cuarta comunidad de España con más peso del sector industrial.

3. La fuerza de la innovación y el talento

Voy con el último gran carril del cambio, la apuesta por la innovación, la investigación y el talento. En esa línea van la Estrategia de Economía Circular y el acuerdo con la Universidad de Oviedo que garantiza su estabilidad financiera con el desembolso de mil millones en seis años. Ambos han sido promovidos por mi gobierno. Y es así, porque desde el minuto uno de la legislatura entendimos que el tránsito a la economía verde necesitaba, a la fuerza, que Asturias participase en la carrera mundial del talento y el desarrollo tecnológico.

Voy a poner el foco en una campaña que hemos lanzado recientemente, durante la celebración del Mobile World Congress en Barcelona. Con el lema Nomad Paradise, pretende captar teletrabajadores, esas personas con capacidad para elegir su lugar de faena porque no necesitan más que cobertura digital, buenos servicios públicos y el mejor entorno posible. Asturias reúne los tres requisitos: es una de las comunidades preferidas para visitar y queremos que también lo sea para trabajar online. Ya contamos con veinte municipios implicados en este objetivo y pronto se sumarán otros concejos.

Esta campaña no es una ocurrencia. No la lanzamos por si acaso, a ver si suena la flauta. La ponemos en marcha porque Asturias se ha convertido en una comunidad hiperconectada donde el 97% de la población dispone de conexión a la red.

Tampoco es una iniciativa aislada. Es coherente con nuestro empuje al desarrollo científico y tecnológico a través de la Consejería de Ciencia y, en breve, de la Agencia de Ciencia, Competitividad Empresarial e Innovación, cuya ley fue aprobada en noviembre. Es coherente con la labor de toda una legislatura en la que hemos dado el mayor respaldo posible a la ciencia y el talento:

  • Hemos aumentado de dos a doce el número de centros de I+D de grandes empresas
  • Hay más de 500 pymes que desarrollan programas de innovación en una veintena de ayuntamientos.
  • La creación de empresas de base tecnológica se ha disparado, con una quincena de nuevas compañías cada año hasta llegar a las más de 200 que tenemos actualmente, que emplean a un millar de personas.
  • El 3,8% de la población ocupada está vinculada a la alta tecnología, un porcentaje que sólo rebasan tres comunidades: el País Vasco, Cataluña y Madrid.
  • La mitad de los 6.000 puestos de trabajo netos creados en los últimos tres años pertenece a sectores tecnológicos.
  • Vamos a contar con una planta piloto industrial para investigar sobre el uso y las aplicaciones del hidrógeno verde.
  • Aprovecharemos el acuerdo sobre los terrenos de La Vega, en Oviedo, para promover un polo biosanitario que se nutra de la proximidad del Hospital Universitario, la Fundación para la Investigación Biosanitaria, centros del CSIC y el vivero de empresas de ciencias de la salud.
  • Con los fondos de la Unión Europea, convertiremos una antigua explotación minera, el pozo Santiago, en un polo de Economía del Dato, que impulse la inteligencia artificial, la ciberseguridad, el big data y las tecnologías emergentes. Será el núcleo de la Nube Asturiana, un proyecto disruptivo que permitirá atraer y fijar en Asturias nuevos empleos ligados a estos sectores.
  • Combatiremos la brecha digital en el área rural con las nuevas tecnologías vinculadas a la conectividad vía satélite y al internet de las cosas. Próximamente, lanzaremos varios planes piloto para que estas poblaciones también se sientan inmersas y beneficiarias de la transformación digital. De hecho, este viernes presentaremos un proyecto para sensorizar Yernes y Tameza, el concejo con menos habitantes de Asturias, con tecnología de Internet de las cosas, que permitirá medir parámetros como el consumo energético de las personas o la calidad del aire y de la tierra. Yernes y Tameza será una pequeña smart village, un pueblo inteligente.

De nuevo echo el freno, para no cansarles. Sólo añado una advertencia: este vector cogerá una fuerza imparable en la década del cambio. En el fondo, es la auténtica palanca de transformación. La ciencia, la innovación y el talento son las brújulas que fijan el rumbo Norte de la revolución verde.

En breve me preguntarán por los problemas de Asturias. Tenemos muchos, por supuesto. Les adelanto que no negaré ni minusvaloraré ninguno de ellos, sea la pérdida de habitantes, la baja población activa o el retraso en la mejora de las comunicaciones, Un político –y, con más responsabilidad, un gobernante- no gana nada negando las dificultades. Si acaso, perder credibilidad, uno de los valores más preciados en todas las facetas de la vida.

Hoy no he buscado una exhibición de triunfalismo. Eso es mucho más sencillo: basta con ensartar datos positivos, uno tras otro hasta formar el adorno. Lo que he intentado, y espero haberlo conseguido, es explicar que en la legislatura más complicada de la historia Asturias ha logrado pillar la buena ola, la que va a llevarnos hasta otro modelo económico pujante, innovador y, sobre todo, con garantías de futuro. Por vez primera en muchas décadas, Asturias ha pasado de la resistencia al liderazgo.

Con las primeras palabras de aquel viejo manifiesto, una revolución, no un fantasma, recorre Europa: es la revolución verde. Asturias está a la vanguardia de ese nuevo modelo económico que ya tocamos con la mano.

Documentación

Galería de imágenes

En la imagen, de derecha a izquierda, el presidente de Prensa Ibérica, Javier Moll; el presidente del Principado de Asturias, Adrián Barbón, y Arancha Sarasola, esposa de Javier Moll.
En la imagen,de derecha a izquierda, el presidente del Principado de Asturias, Adrián Barbón; la directora de El Periódico de España, Gemma Robles, y el director de La Nueva España, Gonzalo Peón.

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